Sé que no te gustaba la
noche
ni las palabras que escribía
sobre sus horas,
rechazabas tajantemente los
versos sobre tu cintura
o la comisura de tus labios.
Me dispuse a relegar cada
uno de mis pensamientos
a la animadversión que
tenías por los mismos
y entonces nació la poesía
oculta detrás de tu mirada
de tus palabras frías
remotas y llanas
casi inexistentes.
Mi pluma peleó a la noche
con el día.
La canción soñada
era una puerta ardiendo en
tu ausencia
y en tu silencio
pero nunca en tu olvido.
Guardé tanto de mí en ti
que sabía
no podrías olvidarme.
Pagué con intereses
el llanto depositado en tu
cuerpo intangible
alejado de estos ojos
bordados de desvelos,
albergué los últimos diez
mil poemas
y calamidades
detrás de tu nuca y en tus
pantorrillas
te arropé de pesadillas el
sueño
y fantaseé con la promesa de
verte regresar
de entre la niebla,
de verte recordar cada una
de mis palabras
y callarlas todas
y fundirlas todas
en ese beso
que prometí
sería el último
que escribiría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario